En la meseta de Macusani, Puno, existen enormes reservas de uranio y ya se anuncia la posibilidad de que contemos con la primera compañía que explote ese mineral. Domingo llegó hasta el lugar para conocer de cerca cómo avanza esta exploración.
Texto: Raúl Mendoza.
Fotografia: Miguel Mejía.
Fotografia: Miguel Mejía.
El ingeniero Yony Enríquez pasa un espectómetro por encima de una formación rocosa de tono amarillo mostaza. El instrumento suena de inmediato. Por momentos emite un sonido como el de un silbato y por otros como el de una radio cuando alguien trata de sintonizar una emisora. El terreno tiene presencia de uranio a nivel superficial y el aparato marca un alto nivel de radiación. En el lugar incluso se puede ver una línea de color marrón rojizo que avanza entre las piedras y se hunde en el subsuelo. “Eso puede ser una veta”, dice Enríquez, casco blanco, lentes oscuros y bloqueador en el rostro para evitar otro tipo de radiación: la solar.
El Sol brilla fuerte, pero sopla un viento helado y el frío se cuela a través de las manos y los pies. Estamos a 4.300 metros de altura, en el área de Chilcuno Chico, meseta de Macusani, provincia de Carabaya, Puno. En esta zona, rodeada por montañas que lucen caprichosas formaciones rocosas, la empresa Global Gold –subsidiaria de la canadiense Macusani Yellowcake– realiza labores de exploración para verificar cuánto uranio existe y a qué nivel se encuentra. Una cosa es segura: esta meseta puneña guarda las más grandes reservas de uranio de todo el país.
Eso explica la presencia de uno de los campamentos de perforación de la empresa –tiene dos más– en la inmensidad de la pampa altiplánica. Con taladros que funcionan con tubos de 3 metros de largo y que se van acoplando, los obreros hacen pequeños hoyos en distintos lugares y extraen muestras del terreno a distintas profundidades. La punta perforante llega a 200, 250 metros y trae pequeños ‘testigos’ del terreno. Esas muestras son enviadas a un laboratorio para su análisis químico y con esos datos se verifica la riqueza o no de la zona explorada. En el área de Chilcuno Chico, el uranio puede estar a 100 o 200 metros bajo el suelo.
-¿Estas muestras que acaban de extraer tienen alto nivel de radiación?– preguntamos, mientras observamos varios ‘testigos’ en unos contenedores azules.
–No. Tienen niveles normales. Aquí indica niveles de 200, 300, que no son peligrosos– contesta el ingeniero Enriquez con el espectómetro en la mano.
A pesar de ello todos los trabajadores que participan de la exploración tienen que llevar adheridos a sus trajes unos aparatitos llamados ‘dosímetros’, que miden el nivel de radiación al que puede estar expuesto cada trabajador. Cada fin de mes, los dosímetros se llevan a Lima para hacer la medición y les envían nuevos. Por ahora los niveles encontrados no han sido altos.
El trabajo en estas zonas alejadas de Puno no es fácil: a esa altura hay poco oxígeno y en las noches las temperaturas pueden descender a varios grados bajo cero. A lo lejos, incluso se pueden ver algunos nevados.
Lo llamativo es que aquí el uranio está por todos lados: en las tierras de cultivo de las comunidades cercanas, en los pastos que crecen en los cerros y hasta en el material arcilloso con que los pobladores construyen sus casas. Se puede identificar por el tono amarillento que presenta. Se dice que hasta las papas que cosechan los comuneros “salen con uranio” en toda la zona de Macusani. Desde siempre los comuneros han convivido con él mineral. En su forma natural este material no es peligroso para la salud y los niveles de radiación “son bajos”, según los especialistas del Instituto Peruano de Energía Nuclear.
La empresa canadiense Macusani Yellowcake, a través de Global Gold en el Perú, ha realizado exploraciones en esta zona lejana desde el año 2007. No es la única empresa que hace estudios en el lugar pero podría ser la primera minera que explote uranio en el Perú y la segunda en América Latina. Parecen decididos a hacerlo: concluirán un estudio de factibilidad en junio próximo y presentarían su Estudio de Impacto Ambiental (EIA) a mediados de 2014. Sus estudios señalan que en los terrenos dentro de su concesión podría haber un volumen superior a las 30 mil toneladas, lo suficiente como para pasar a la etapa de explotación.
Vivir con el uranio
Los pobladores de las comunidades pertenecientes al distrito de Macusani saben desde hace varias décadas que donde viven hay uranio. En los años 80, expertos del IPEN llegaron hasta aquí para realizar investigaciones y calcularon la existencia de unas 30 mil toneladas, con un horizonte a futuro de hasta 200 mil toneladas. En los años siguientes, algunos mineros informales se aventuraron a extraer el uranio, pero la actividad no prosperó porque el mineral no tenía un destino preciso. Ahora, con las concesiones dadas por el Estado y la presencia de las compañías que hacen exploración, esa situación ya no ocurre.
Son varias las comunidades que están dentro de la zona de influencia de las operaciones actuales. Martín Yacsa, 43 años, vicepresidente de la comunidad de Isivilla, cuenta que ellos aprobaron firmar un acuerdo con Global Gold con la condición de que las exploraciones no afecten los pastos y terrenos, y que se remedie la superficie que haya sido removida. También han conseguido que la empresa se comprometa a financiar parte de la construcción de un recinto ferial donde planean hacer festivales de camélidos, artesanía, productos agrícolas y platos típicos. En el local municipal del pueblo puede verse la maqueta de la futura construcción.
Corani, otra comunidad cercana, logró mediante un convenio con la misma empresa que se les construya una carretera que los comunica con otros pueblos. En Tantamaco la población ha pedido ayuda económica para hacer mejoras urbanas, y apoyo con médicos y medicinas. Les han cumplido el pedido. Aquí encontramos hace unos días a Filomena Pacco con un saco de papas nativas, al lado de su chacra. Se ríe cuando le preguntamos si los tubérculos tienen uranio. Produce para su consumo, como todos en el pueblo. En general, todas las comunidades de esta zona se dedican al cultivo de papas, ocas, cebada, y a la crianza de alpacas, llamas, ovejas y vacas.
La empresa Global Gold tiene convenios firmados con las tres comunidades mencionadas y está en conversaciones con otras más, como la comunidad de Pacaje. “Queremos tener una relación sana con la población, mantenerlos informados y realizar todas nuestras actividades con su anuencia”, explica José Corzo, responsable de relaciones comunitarias. Las empresas que operan aquí buscan superar la desconfianza que algunos poblados tienen con respecto a la actividad minera. Hay antecedentes: en 2008, por ejemplo, las rondas campesinas de Carabaya se declararon en contra de la explotación de uranio por considerarla peligrosa. Actualmente las concesiones abarcarían alrededor de 1.000 kilómetros cuadrados.
Las empresas apuntan a producir en unos años el óxido de uranio o “torta amarilla”, un producto inicial que todavía no contiene altos niveles de radiación. “Es un concentrado de uranio con valor comercial que en el caso del Perú se podrá exportar como se hace con otros concentrados minerales que producimos. Ese material debe pasar todavía por procesos finos, de alta metalurgia, para convertirse en uranio 235, de alto poder. Eso sólo lo hacen algunos países desarrollados”, explica el geólogo Jacinto Valencia, del IPEN, quien ha realizado estudios en Macusani. Como dice el científico peruano Modesto Montoya “existe un largo trecho tecnológico entre el uranio natural y el combustible propiamente dicho”.
Interés por el mineral
Desde que el IPEN descubrió el potencial de la meseta de Macusani, el interés de las empresas ha ido en aumento. Hoy además de Global Gold también están operando en esta zona Vena Resources y Fission Energy. “Para los próximos años habrá un aumento de la demanda de uranio porque otros combustibles como el petróleo cada vez son más caros y escasos, además que se considera una energía limpia”, explica Jacinto Valencia. En el mundo también hay más centrales nucleares o eléctricas que lo necesitarán para sus reactores. Otra ventaja es que una sola ‘pastilla’ enriquecida de uranio equivale a una gran cantidad de otros combustibles.
“Países como Estados Unidos, Francia, Japón tienen una gran demanda actual de este tipo de combustible. Y lo mismo ocurrirá muy pronto con China, India y Rusia. El Perú mismo puede potenciar la central nuclear que tiene (Huarangal) y los estudios en el tema nuclear, al convertirse en un país productor de uranio. Hay además otras zonas, en varias regiones, con presencia del mineral”, explica el especialista en técnicas nucleares del IPEN. En el caso peruano, el material se exportaría a plantas de Estados Unidos y Asia.
En el mundo, unos 20 países tienen reservas superiores a las 50.000 toneladas de uranio. En América Latina, Argentina y Perú son los mayores productores de este mineral. Pero ahora que en unos años nuestro país podría entrar a la producción de “torta amarilla” hay un aspecto sobre el que se ha llamado la atención: no hay normatividad específica para la explotación de uranio en el Perú, se teme que pueda ponerse en peligro cerca de 100 sitios que contienen pinturas rupestres en Macusani y que también se destruyan los bosques de rocas que existen ahí. “Antes de pensar en posibles proyectos de explotación de minerales radioactivos se debe diseñar e implementar regulaciones ambientales específicas para este tipo de minería, comprometiendo al propio IPEN en este esfuerzo”, dice el especialista en temas ambientales José de Echave.
Para Jacinto Valencia, del IPEN, la explotación de uranio en el mundo se realiza con los mayores estándares de seguridad y no hay razón para pensar que eso no pase en el Perú. “Se trata de empresas con experiencia en el tema, con protocolos establecidos y ya probados en otros países. Hay explotación de uranio en Australia, Canadá, Sudáfrica, Argentina. En el Perú puede hacerse, exigiendo que esos estándares se cumplan”, dice. Mientras tanto, las exploraciones continúan en Macusani. Los pobladores esperan –ya sea que se exploten los yacimientos o no– que su forma de vida no se vea afectada. Lo que sí es seguro es que el mineral amarillo seguirá muy presente en la vida de estas comunidades puneñas.