En los últimos días los ministros del Ambiente, Manuel Pulgar 
Vidal, el de Energía y Minas, Jorge Merino, y varios funcionarios del 
gobierno han refutado las mentiras del alcalde de Espinar Óscar 
Mollohuanca, de los dirigentes del Frente de Defensa y de congresistas 
oficialistas, que han intoxicado a la población con falsedades sobre la 
mina Tintaya.
 El supuesto estudio sobre contaminación era de otro lugar, no de la 
zona de influencia de Tintaya. Y los problemas no derivaban de 
contaminación producida por una mina sino por causas naturales.
 ¿Y la prevención?
 La pregunta obvia es entonces, ¿por qué el gobierno no explicó eso 
antes? ¿Por qué permitió que políticos oportunistas sembraran su ponzoña
 impunemente?
 El año pasado, Mollohuanca y una comitiva de religiosos y ONG viajó a
 Europa y se entrevistó con altos funcionarios de varios países para 
desacreditar a Xstrata y obtener respaldo a su causa. Y desarrollaron 
una incesante labor de agitación en Espinar.
 Los revoltosos jugaron solos en la cancha. Nadie los refutó. El gobierno no hizo nada hasta que fue muy tarde.
 Lo que está en juego
 Si bien no existe un líder o grupo que dirija y organice todas las 
protestas, sí se producen coordinaciones y hay instigadores. En el caso 
de Espinar, hay que reconocerle el mérito a Marco Arana que ha 
incentivado a Mollohuanca, que pertenece a su partido Tierra y Libertad,
 a provocar los ataques a Tintaya coincidentemente con la huelga de 
Cajamarca. (Mayo es un mes propicio, pues el 23 de mayo del 2005 fue el 
asalto e incendio del campamento de Tintaya).
 Esta mina tiene una importancia clave. Está a punto de iniciar la 
producción de una ampliación aledaña, Antapacay (US$ 1.500 millones). Y,
 más importante aún, Las Bambas en Apurímac (US$ 4.250 millones), 
también de Xstrata, está por comenzar. El asunto es que el mineral de 
Las Bambas se transportaría por un ducto a la planta procesadora de 
Tintaya y de allí a la costa para su exportación.
 Si paralizan Antapacay y bloquean el ducto minero se cae Las Bambas,
 que junto con Conga son más US$ 10.000 millones de inversión, los 
proyectos más grandes en el país. Eso probablemente significaría el fin 
de la gran minería en el Perú por muchos años.
 Cambios en Cajamarca
 La huelga indefinida en Cajamarca ha empezado lánguida. Pero eso no significa mucho, así comenzó en noviembre del año pasado.
 No obstante, sí han cambiado varias cosas. En primer lugar, hoy día 
hay una oposición política a Gregorio Santos y los antimineros. El 
Colectivo por Cajamarca realizó el martes pasado una manifestación 
varias veces más grande que las que han podido convocar los revoltosos.
 Los antimineros ya no juegan solos en la cancha y eso es 
importantísimo. Ninguna empresa puede mantener buenas relaciones con la 
población y evitar los conflictos, por más obras que haga, si los 
antimineros son los dueños de la política.
 Algunas personas, incluso en círculos empresariales, decían que Conga 
tenía problemas porque Yanacocha no había sabido relacionarse con la 
gente. ¿Y BHP Billiton y Xstrata en Espinar? ¿No son grandes empresas, 
con altísimos estándares medioambientales y de calidad? ¿El convenio por
 el cual se donaba el 3% de las utilidades, no era el modelo saludado 
por todos, incluyendo ONG ambientalistas? ¿De qué sirvió todo eso si la 
política es manejada por agitadores inescrupulosos?
 Lo segundo, es que desde diciembre el ministro René Cornejo y otros 
funcionarios han realizado un persistente trabajo de relación con 
comunidades y autoridades locales. Aquí sí el gobierno ha hecho su 
tarea.
 Lo tercero, unos 60 cabecillas están siendo procesados. No es mucho,
 pues la ley no se ha aplicado a los responsables de los disturbios, 
pero es algo.
 Finalmente, sin embargo, el resultado dependerá de cómo el gobierno y
 los antimineros jueguen sus cartas y desplieguen sus habilidades. O 
torpezas.
 Negocio rentable
 Hace poco más de una década Óscar Mollohuanca lideró al Frente de 
Defensa de Espinar en sus reclamos a Tintaya. A pesar que desde el 2003 
la empresa BHP Billiton había decidido por propia iniciativa entregar el
 3% de las utilidades para obras en beneficio de la población, además 
del canon y otras ayudas, el 2005 una turba invadió el campamento minero
 e incendió las oficinas.
 El negocio de encabezar revueltas es rentable y Mollohuanca se 
convirtió en alcalde. Como al parecer no es un buen administrador –su 
ejecución presupuestal es pobre y no resuelve problemas elementales de 
la población, como el agua potable– sigue haciendo lo que sabe, mentir, 
agitar y atacar a la mayor empresa de la zona. Hasta ahora no le va mal.
 Muchos en el Perú saben administrar ese negocio. Juan Manuel 
Guillén, un ineficiente alcalde de Arequipa, se hizo de la presidencia 
regional gracias a su protagonismo en la revuelta del 2002, al igual que
 el aprista David Vera Ballón.
 Gregorio Santos hizo carrera como rondero y dirigente del SUTE y 
llegó a la presidencia regional. Su gestión es muy mala pero, al 
parecer, mantiene un apreciable número de seguidores provocando 
revueltas.
 Ni qué decir de Ollanta Humala, que apoyó durante años, junto con su
 gente, todas las movilizaciones de protesta y en ocasiones distintas 
pidió la destitución de tres presidentes: Alberto Fujimori, Alejandro 
Toledo y Alan García. De allí a la presidencia, un solo paso.
 Mientras siga siendo rentable provocar disturbios, habrá gente que lo haga.
 
 
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