Por José Luis López Follegatti/
Coordinador del grupo Diálogo Minero/
Coordinador del grupo Diálogo Minero/
 “Tenemos la oportunidad de marcar un antes y un después en la forma 
de hacer minería en el Perú” fue el anuncio del presidente Humala a 
propósito del informe pericial de Conga. Si no queremos que el gobierno 
ingrese a un terreno desconocido como en La Convención, persiguiendo 
infructuosamente a los senderistas, o termine generalizando el conflicto
 como en la minería informal, es importante definir la nueva minería que
 deseamos.
 ¿Cuál es la agenda real de cambios que debe considerarse?
 Las concesiones cumplieron su papel, ahora debemos adecuarlas.
 Tenemos 23 millones de hectáreas concesionadas. A inicios de los 
noventa, cuando se dividió el territorio en cuadrantes, las 
exploraciones se multiplicaron lo suficiente como para descubrir nuevos y
 fértiles yacimientos. Entonces se dio inicio al crecimiento de la 
minería. Luego de veinte años esta suerte de lotización salvaje tiene 
que cambiar. Se hace urgente frenar la especulación de los títulos de 
concesión, ser más severos en la caducidad de las concesiones, y no 
entregar títulos sin antes haber evaluado el potencial de estos terrenos
 para otros usos.
 Los procedimientos actuales de los estudios de impacto ambiental son insuficientes.
 Su aprobación deberá estar a cargo del Ministerio de Energía y Minas en
 primera instancia, y luego del Ministerio del Ambiente con la opinión 
de la Autoridad Nacional del Agua y de los gobiernos regionales. Las 
audiencias públicas son insuficientes. Conga, Toquepala y Quellaveco lo 
demuestran. Las mesas técnicas de diálogo, lideradas por gobiernos 
regionales, son una alternativa. Si estos no participan, los proyectos 
se paralizan. Puede tardarse un poco más, pero el actual procedimiento 
resulta a todas luces el más lento y accidentado.
 Minería con aguas servidas y recicladas.
 Los proyectos mineros no deberían seguir usando agua dulce de la 
superficie,  deben abastecerse de agua contaminada natural, agua de mar,
 aguas servidas de ciudades, agua reciclada de relaves. Deben construir 
reservorios para dar más agua a la agricultura, apoyar la tecnificación 
de riego, e impulsar programas de forestación. Acciones como estas 
permitirán enfrentar con éxito el cambio climático.
Lo positivo es que muchas empresas ya tienen estas nuevas prácticas. Es momento de convertir estas iniciativas en política pública y corporativa.
Lo positivo es que muchas empresas ya tienen estas nuevas prácticas. Es momento de convertir estas iniciativas en política pública y corporativa.
 Socios del desarrollo y riqueza compartida: asimilar estos cambios.
 Las comunidades pueden lograr buenos acuerdos con las empresas. Nadie 
debe subestimarlas. Pueden, por ejemplo, pactar altos precios por sus 
tierras, alquilarlas, participar en el reparto de las utilidades y 
recibir fondos sociales. Un sector que el Estado debe considerar son los
 cientos de empresas de comuneros  que proveen a las empresas mineras: 
son el emprendimiento en los Andes. Muchas formas de asociación para el 
desarrollo, creadas en los últimos diez años, deben ser reordenadas por 
el Estado. Que no ocurra que solo se beneficia un sector de la población
 con influencia directa, mientras otros los miran desde su 
estancamiento. Así empiezan a gestarse los conflictos.
 Nueva institucionalidad y burocracia para la consulta y la prevención de conflictos.
 La consulta es la convocatoria directa al Estado para que esté presente
 en toda la relación que se genera entre una empresa y una comunidad. Y 
ello va a requerir a nivel regional y nacional una nueva generación de 
funcionarios públicos verdaderamente preparados para cumplir su rol. Lo 
mismo debe ocurrir con la prevención de conflictos: estar presentes 
temprano donde están las demandas y exigencias. Y ello, por supuesto, no
 se hará con ocho o diez funcionarios encargados actualmente de este 
trabajo.
 Un pacto del gobierno nacional con los gobiernos regionales.
 Luego de esta segunda crisis ministerial, el gobierno tiene que 
reconocer, con realismo y humildad, que requiere de alianzas. Un 
presidente nacional reunido con los presidentes regionales es el 
“gabinete territorial”, ideal para tomar las decisiones más acertadas. 
Allí se puede adoptar las políticas que le den sustento a la agenda de 
una nueva minería.
 
 
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