El Estado peruano solo conoce a menos de cincuenta empresas causantes  de los PAM (Pasivos Ambientales Mineros). En el documento que INFOS  consiguió en calidad de primicia, después de meses de búsqueda, se  confirma que existen 6 mil 847 pasivos ambientales mineros registrados  por el Ministerio del Ambiente. En el ítem ‘Responsable del Pasivo’, que  identifica a la compañía que dejó los relaves, lo más común es que  aparezca el término ‘No identificado’. Solo ha sido llenado medio  centenar de veces.
  En el restante número de casos no se sabe a quién reclamar ni se tiene  un estudio de impacto ambiental en regla. La búsqueda de responsables es  débil e infructuosa y se da por cierto que hay relaves originados hace  más de cincuenta años cuyos causantes jamás van a ser señalados.
  Pero conocer quién dejó los PAM no significa necesariamente que el  problema esté resuelto. Una vez determinado el responsable, el MINEM le  envía oficio conminatorio para que presente un plan de cierre, el cual  usualmente es apelado ante el Consejo Nacional de Minería. Si la empresa  pierde, se inicia un conflicto judicial mientras el pasivo ambiental  sigue contaminando.
  TODAS LAS TRABAS
  La contaminación se produce principalmente por el drenaje ácido de la  mina, a causa de la oxidación y lixiviación de materiales sulfurosos.  Cada caso es distinto, y se requiere una adecuada caracterización de la  roca de mina y de los materiales de desecho para un adecuado tratamiento  de las aguas ácidas.
  Actualmente se exigen planes de cierre al inicio mismo de la  explotación, pero el proceso es largo y puede presentar complicaciones,  una de ellas por una inadecuada evaluación del proceso de remediación.  Las actividades para el cierre de instalaciones de desperdicios de minas  consideran desde refacciones básicas para mejorar la derivación y  escorrentía de las aguas superficiales hasta una nivelación completa,  colocación de una cobertura y revegetación. Dependiendo de las  condiciones geográficas y climáticas, las operaciones pueden terminar  siendo más complejas.
  Al final, en el lugar debe haber una tal estabilidad física y química  que la salud humana y el medio ambiente no resulten perjudicados. La  tierra debe poder servir de hábitat para la fauna silvestre o para un  uso beneficioso en actividades tan diversas como pastoreo, recreación o  nuevamente explotación minera.
  Al explicar por qué el Perú dista mucho de tener una adecuada política  de tratamiento de los PAM, la directora del FONAM (Fondo Nacional del  Ambiente), Julia Justo, pone más énfasis en las debilidades del Estado  que en la irresponsabilidad de las mineras.
  Justo dijo para esta nota que el Ministerio de Energía y Minas (MINEM)  debería destinar mayores recursos humanos y presupuestales para evaluar  los PAM, limitaciones que en buena medida explican la deficiente  cobertura del inventario nacional de pasivos ambientales. Este año el  MINEM ya no gastará un centavo más en inspeccionar PAM, pese a que la  actualización de su inventario solo ha avanzado en un 20% de las cuencas  mineras.
  Justo añadió que el Estado tampoco hace valer su autoridad debidamente.  Y no solo ante las mineras. —A veces, para que se remedie una relavera  —explica Justo—, hay que atravesar una parcela de un vecino de la  comunidad. A pesar de que vas a ayudar a todas las familias, el dueño  del terreno exige que le den dinero o que le compren una casa en otro  sitio, como si ese espacio se fuera a utilizar para extraer mineral en  vez de remediar un daño ambiental y de salud pública. Con una mayor  autoridad del Estado esta clase de trabas podría superarse.
  Sin embargo, aunque es obvio que ha faltado voluntad política, otra parte del problema parece estar en la misma legislación.
  EL ESTADO EN EL BANQUILLO
  La ley peruana, dirigida a lograr que el causante del pasivo se haga  cargo de la remediación, propicia un congelamiento del problema. Como  los responsables no están individualizados, nadie se encarga de cerrar  los relaves. El Estado, por su parte, siente que no es su obligación  hacerlo, incluso cuando él es el culpable, como la contaminación de  Centromin en Pasco, o en el caso de pasivos ‘históricos’, que datan de  la época colonial.
  De acuerdo con el reglamento de la ley de PAM, el Estado puede remediar  áreas contaminadas por la minería cuando una empresa de su propiedad  dejó, por lo menos, dos tercios de la basura industrial.  ‘Excepcionalmente’ lo hará en función del interés público, lo que en la  práctica funciona cuando ocurre una protesta muy fuerte.
  En Cajamarca, por ejemplo, durante el gobierno de Alan García, el MINEM  actuó directamente, ante la presión, con la idea de enjuiciar  posteriormente a los responsables y lograr la devolución del monto  gastado más los intereses de ley. Fue en la cuenca del Llaucano, donde  había cinco depósitos de relaves en la zona de El Dorado, en antiguos  yacimientos del estatal ex Banco Minero. Expuestos a erosión por el  viento, lluvias y escorrentías, constituían una de las principales  fuentes de contaminación de los lechos del río Hualgayoc-Arascorgue.
  En el mismo departamento, y ante la fuerte presión de los pobladores,  FONAM asumió la remediación de otros 119 pasivos en El Dorado y La  Tahona. En cuanto a los pasivos dejados por el complejo estatal  Centromin Perú, el Estado hizo que una de sus empresas, Activos Mineros,  cerrara pasivos en Casapalca, Tablacacha, Morococha, La Oroya, Cerro de  Pasco, Yauricocha y San Antonio de Poto, para lo que se estableció un  fideicomiso de 21 millones de dólares.
  En 2008, el MINEM informó que el Estado asumiría, excepcionalmente y en  función del interés público, la remediación de diversos pasivos  ambientales calificados de alto riesgo procedentes de la exfundición  Tinyahuarco, en Pasco, así como la de residuos mineros coloniales en las  riberas del ex río Sagra y San Juan, en la misma provincia. La decisión  fue tomada en base a un informe técnico estatal sobre la gravedad de la  contaminación del río San Juan y consiguientemente del lago  Chinchaycocha. Sin embargo, la contaminación del Chinchaycocha es tan  grave que está lejos de ser mitigada por esta medida ‘excepcional’.
  El del Chinchaycocha es un buen ejemplo de cómo, tras una contaminación  generada muchos años atrás, se entremezclan subsiguientes  responsabilidades de varias compañías mineras y del propio Estado. El  lago Chinchaycocha da origen al río Mantaro y es uno de los principales  abastecedores de la cuenca del Amazonas. En una zona declarada Reserva  Nacional acoge a miles de especies de aves acuáticas, además de ranas,  cuyes silvestres, zorros y vizcachas que se adaptaron al clima gélido de  la puna.
  Las autoridades locales, hartas de soluciones intermedias, han  demandado ante el Ministerio Público tanto a las empresas mineras  concernidas con la contaminación como al propio Estado. La denuncia la  hizo en octubre pasado el alcalde de la provincia de Junín, Luis  Solórzano, contra las empresas mineras Doe Run, El Brocal, Aurex,  Volcán, y contra los ministerios de Energía y Minas, del Ambiente, y de  Agricultura.
  La contaminación comenzó en 1929, cuando la Cerro de Pasco Cooper  Corporation construyó la represa de Upamayo, inundando más de 26  hectáreas de pastos naturales en perjuicio de ocho comunidades, que  demandaron una indemnización económica y que se detenga el desembalse.  Después sobrevino la producción de relaves por las mineras, junto con la  inacción estatal.
  Este año el Ministerio del Ambiente reformuló un plan para el manejo  ambiental del lago, pero aquí la credibilidad del Estado está por los  suelos.  Es una declaración de buenas intenciones. No le creemos  dijo  Ginés Barrios, consejero provincial de Junín.
  JOSÉ MANUEL BALTA: De Infos-Ipys
 
 
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